Pablo Alborán es de esos músicos andaluces con mayúscula, por ello no dudé en aceptar su invitación de ir a verlo al Auditorio Rocio Jurado donde volvía, dos años después de debutar en Sevilla, con su gira «Terral».
De nuevo me encontré a ese chico dulce de Málaga que allá por el año 2010 ,y tan sólo con su guitarra a cuestas, intentaba convencer a propios y extraños a través de internet de que era un gran músico.
En el Auditorio no cabía ni un alfiler. Las entradas estaban vendidas desde hacía tiempo y una multitud de fans estuvieron a las puertas del recinto acampando durante 18 días. A pesar de ello, a Pablo Alborán la fama no se le ha subido a la cabeza. Todo lo contrario , le ha valido para madurar y perfeccionarse y sobre todo para mostrarse agradecido con esos seguidores que le son fieles desde que comenzara en Sevilla cantando en la sala Caramelo, como él mismo dijo.
Sobre el escenario es de lo más completo. Canta con el alma, toca el piano, la guitarra, el cajón y hasta los congos . Además es puro ritmo y contonea las caderas como si fuera el mismísimo Ricky Martin! Unos movimientos que volvieron locas a sus seguidoras.
Es un hombre feliz y lo transmite, y sobre todo muy profundo. Buena prueba de ello es que me contó que el anagrama de esta gira es un triángulo porque éste le persigue y que desde que comenzó a preparar el tour veía triángulos por todos lados , lo que interpretó como toda una señal.
Yo me lo pasé genial! Como os digo , me reencontré con ese joven adorable que conocí hace cinco años. No le importó perder su tiempo con nosotras, firmarnos mil y un autógrafos y hacerse fotos y selfies varios. Bailé, me emocioné y, lo reconozco, se me saltó alguna que otra lágrima con sus temas.
Nos atendió como a reinas, disfrutamos del concierto y hasta nos presentó a sus padres (que todo hay que decirlo, tienen un pintón!)
Cuando comenzó el concierto , de nosotras tan sólo era «fan fan» la más joven, Alejandra, al finalizar el espectáculo todas estábamos enamoradas de Pablo Alborán.